jueves, 10 de noviembre de 2011

Importancia de las normas


¿Qué puedo hacer para mi hijo me haga caso?
¿A qué edad debo pedir a mi hijo que colabore en las tareas de casa?

Estas dos preguntas resumen gran parte de las dudas que, con frecuencia, manifiestan los padres cuando hablan entre ellos, en la escuela de padres, con un profesional…

La respuesta a la primera pregunta es sencilla: cuando tú se lo pidas. Y la clave no está en el “cuándo” sino en el “qué”, el “cómo” debo decirle las cosas al niño para que obedezca.
La respuesta a la segunda pregunta es más amplia: A los seis años de edad el niño ya está capacitado para vivir con cierto grado de autonomía, lo que le supone empezar a responsabilizarse de sus cosas, colaborar en casa…


Es importante recordar que al autonomía con lo que nacemos sino que es algo que debemos aprender–conseguir.
Necesidad de educar en autonomía
Autonomía viene del griego “auotós y nomos”, y hace referncia a la capacidad de ponerese uno mimos leyes y normas. Esta capacidad de controlarse no es innata: todos, por naturaleza, tendemos a la ley del mínimo esfuerzo, a dejar las cosas para última hora o, si nos interesa, exigir aquí y ahora lo que queremos… en definitiva: estamos programados para ser anarquistas, para hacer nuestra santa voluntad y desobedecer cuando nos convenga.
Aprendemos a hablar escuchando, imitando y hablando con imperfección para que nos corrijan.
Aprendemos a andar imitando los movimientos que vemos, dando los primeros pasos, torpes e imprecisos; cayéndonos y levantándonos una y otra vez.
Aprendemos a obedecer imitando (viendo como alguien con autoridad pide una cosa y otra persona obedece), recibiendo las primeras ordenes y experimentado qué sucede cuando obedeces, cuando desobedeces, cuando te haces el remolón…

Es importante tener presente que al igual que obligamos a los niños a hablar o andar bien alabando o corrigiendo vez por vez, hay que alabar y corregir vez por vez al niño que obedece o desobedece.

El resultado de nuestro trabajo en enseñar a ser autónomos y a obedecer se ve a primera vista: el niño se niega a cumplir las órdenes de una forma explícita o hace, precisamente, lo que le hemos prohibido desafiando así nuestra autoridad. Ahora bien: hay ocasiones en que esta desobediencia se manifiesta de forma sutil y camuflada cuando el niño
  • hace como si no nos hubiera oído y se justifica así por su conducta
  • dice que sí pero hace lo que quiere
  • se busca excusas más o menos convincentes: “Si lo hago llegaré tarde”, “no sé”, “no me toca a mi”
  • muestra su desobediencia con conductas desproporcionadas como dar portazos, llorar, decir palabrotas, llorar…
Estas formas de hacer de los niños tienen “premio”: En ocasiones, estamos más pendientes del niño cuando se comporta de manera inadecuada, ya sea para regañarle o castigarlo, que cuando lo hace de forma correcta. Hacer caso a un niño es una forma de premiarle y no decir nada cuando hace una cosa bien es una forma de ignorar por lo que a menudo los niños se niegan a cumplir nuestras exigencias con el fin de llamar nuestra atención.

Pero hay ocasiones en la que los culpables no son los niños, sino quienes pretender ser obedecidos. Nos equivocamos al esperar obediencia cuando hablamos al niño y éste
  • está ocupado en una actividad más que le gusta más que aquella que nosotros le estamos pidiendo
  • no oye realmente lo que le pedimos, porque está distraído en otra actividad
  • no comprende lo que le mandamos
  • está habituado a que nosotros acabemos haciendo por él lo que le pedimos
sabe que tiene tiempo para no hacer nada porque se le va a repetir varias veces lo que tiene que hacer antes de que él deba responder
Es verdad que no hay un libro de recetas que nos diga cómo hacer para que los niños sean obedientes; ahora bien, la experiencia dice que hay una serie de formas” que, si se practican de forma constante, dan sus frutos.

Algunas consideraciones

Una vez anunciado que no vamos a dar recetas, presentamos una serie de indicaciones a considerar antes de que nuestro hijo nos desobedezca:
  • Siempre que sea posible, en lugar de dar órdenes o hacer preguntas, ofrecer dos opciones para que el niño pueda escoger una.
  • Procura no darle demasiadas instrucciones a la vez. Es mejor esperar a que obedezca una orden, antes de plantearle la siguiente.
  • La instrucción debe ser simple, utilizando pocas palabras.
  • La orden deben ser comprensible para el niño y razonable para su edad.
  • Las peticiones han de ser específicas de modo que esté claro el comportamiento que se desea.
  • Utiliza un tono de voz agradable. Si es necesario, ponte a la altura del niño, le miras directamente a los ojos, te aseguras que él te mira...
  • Es importante que expliques las razones por las que pedes o prohíbes algo (con información apropiada para la edad del niño.
  • Establezcas rutinas. Ayuda a obedecer el hecho de tener que hacer cada día lo mismo y a la misma hora (tirar la ropa a lavar después de la ducha, recoger la mesa, etc.). La cooperación acabará convirtiéndose en un hábito.
  • Des las instrucciones de manera positiva, especificando qué tiene que hacer e indicando que, cuando cumpla, habrá un premio
  • Hay momentos en los que no se puede premiar inmediatamente una conducta o que, por ser una conducta compleja o a medio plazo, hay que reforzar cada uno de los pequeños pasos que componen una conducta final. El elogio y la alabanza es un buen refuerzo.
  • Hay ocasiones en la que además de buscar conductas puntuales, buscamos la consolidación de las mismas. Hay programas que pueden premiar de forma distinta: Con fichas, puntos…
Se trata de proponer previamente un objetivo a conseguir durante un periodo de tiempo determinado. Cada vez que actúe como se ha acordado, obtiene un punto. Los puntos se canjean por una recompensa que se ha acordado antes.
  • Es muy importante que, cuando haga lo que le pedimos, alabemos y elogiemos su comportamiento (felicitarlo, decirle lo contentos que estamos de lo que ha hecho, etc.).
  • Las consecuencias que seguirán a la desobediencia, deben estar establecidas claramente de antemano: Retirar un privilegio, poner una tarea…
  • Cuando se dé una desobediencia, aunque estemos enfadados, debemos explicarle con serenidad y objetividad las ventajas de obedecer y por qué es necesario restar privilegios cuando no lo hace: razonar y analizar las consecuencias de una conducta le ayudará a ver más claro nuestro punto de vista y podrá prever futuras consecuencias en situaciones similares.
  • El sentido el humor puede ser un buen recurso en situaciones de tensión, sobretodo con los mayores.
  • Asegúrate de que el niño ha entendido la orden.
  • Escucha con atención cuando intente dar una explicación. Si es una excusa que no nos sirve como explicación, utilizaremos la expresión “de todos modos” para indicar lo que tiene que hacer: No hay que entrar en debate.
  • Si no obedece, sin discutir le retiraremos aquellos privilegios que habíamos establecido de antemano. Ahora bien; recuerda que ni todo es premio, ni todo es castigo. Para que la estrategia funcione, es importante que los privilegios retirados sean valorados por él como tales y que seamos constantes y no cambiemos nuestra posición.
  • Cuando el niño desobedece “descaradamente” a pesar de reiterados avisos, no hay que perder el control; aplicaremos la técnica de tiempo fuera: Le explicaremos claramente el motivo del aislamiento y lo mandaremos solo, sin discutir ni reprochar nada, a una habitación o a un rincón donde no pueda entretenerse, durante un período breve de tiempo; de este modo comprenderá que para mantener y recuperar sus antiguos privilegios es hay que obedecer a la primera.
  • Le retiraremos nuestra atención y le ignoraremos cuando conteste provocativamente a nuestras indicaciones: Siempre que ignoremos una conducta no deseada le estaremos motivando para no volver a repetirla. Dejaremos pasar un tiempo prudencial y repetiremos la orden, esta vez avisando de las consecuencias que tendrá el no cumplirla. Por otra parte, cada vez que se muestre colaborador deberemos reforzarle.
  • Si la desobediencia implica una acción peligrosa para el niño o para los demás (cruzar la calle sin mirar, romper objetos, etc.), mostrando expresión y tono de voz firme, le diremos: “¡no!” o “¡basta!”. Si es necesario, pararemos físicamente su acción. Luego, le retiraremos un privilegio.

Decálogo para hacer de su hijo un perfecto delincuente
Es verdad que hacer todo esto parece complicado; pero, a la larga, no hacerlo complica más las cosas; por eso, si quiere hacer de un niño un delincuente, recuerde el decálogo de Emilio Calatayud, juez de menores de Granada:

1. “Comience desde la infancia dando al niño todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
Emilio Calatayud, Juez de menores de Granada
2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.
4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura
7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8. Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo”.
Emilio Calatayud (Juez de menores de Granada)

A partir de los 6 años los niños son más capaces, a su medida, de participar en la creación de las reglas. Tenerles en cuenta fomentará su implicación y responsabilidad y les ayudará a comprender el sentido de las normas. A esta edad empiezan a estar preparados para negociar normas y exigencias y ver, según su capacidad, las consecuencias de su cumplimiento o incumplimiento. Ahora bien: que estén preparados para negociar no quiere decir que ellos sean los responsables: Teniendo en cuenta al niño, la última palabra será la del adulto.

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